Cuenta Ovidio que Apolo, orgulloso por haber dado muerte a una serpiente, desafió a Cupido, hijo de Venus y de Marte. Este, para castigar tal osadía, tomó dos flechas. Una tenía la punta de oro e infundía amor, la otra, por el contrario, era de plomo e inspiraba desdén. Cupido lanzó la primera a Apolo y la segunda a Dafne (hija del río Peneo y de la Tierra). De esta forma, se desencadenó una gran pasión por parte de Apolo hacia Dafne. Sin embargo ella, herida por la flecha del desdén, huyó rápidamente tratando de esconderse. Apolo corrió en busca de Dafne, pero ésta, al verse perdida, solicitó la ayuda de su padre. Así, una corteza suave le encerró el pecho, sus cabellos se transformaron en hojas verdes, los brazos en ramas, los pies se fijaron en el suelo y la ninfa quedó transformada en laurel. Apolo, no dispuesto a darse por vencido, abrazó el árbol y lo cubrió de ardientes besos, pero incluso las ramas retrocedían asustadas de sus labios. Desde entonces, el laurel es el símbolo de Apolo y con él se galardona a los vencedores, artistas y poetas.
Apolo y Dafne en el arte:
Entre 1622 y 1625, Gian Lorenzo Bernini esculpió en mármol la famosa obra Apolo y Dafne. En ella podemos ver a Apolo alcanzando a Dafne mientras ella intenta escapar. Dafne se encuentra en el proceso de transformación, de hecho sus brazos están tomando la forma de ramas mientras huye.
Entrada publicada por Paula Sánchez Blanco (1ºD)